jueves, 27 de marzo de 2014

CIMABUE, GIOTTO, MATIAS DE ARRÁS, BERENGUER DE MONTAGUT

Cimabue

Nació en Florencia y murió en Pisa. Su carrera fue descrita por Giorgio Vasari en sus Vidas de los más famosos pintores, escultores y arquitectos (llamada, en italiano, Le Vite), ampliamente considerada como el primer libro de la Historia del arte, aunque fue terminado más de doscientos años después de la muerte de Cimabue. Aunque es uno de los primeros documentos que se tienen sobre él, su exactitud es insegura. Según HughHonour y John Fleming: «Su nombre es, de hecho, poco más que una etiqueta adecuada para un grupo estrechamente emparentado de pinturas murales y sobre tabla».
Debido a la escasa documentación que queda, no se sabe mucho de la vida del mismísimo Cimabue. Las noticias ciertas sobre su vida, apoyadas en documentos, son pocas. Se sabe que estaba presente en Roma en el año 1272; aparece encargado de realizar un cartón para el mosaico del ábside de la catedral de Pisa en el año 1301; y consta muerto en Pisa en el año 1302. De estas poquísimas informaciones los críticos y los historiadores del arte han reconstruido, no sin controversias e incertidumbres, el catálogo de sus obras.
Según Vasari sus maestros fueron «griego», queriendo decir bizantinos. También le influyó Dietisalvi di Speme.
Dante lo citó como el mayor pintor de la generación que precedió a Giotto, paralelamente al poeta Guido Guinizelli y al miniaturista Oderisi da Gubbio. Según Ghiberti y el Libro de Antonio Billi fue al mismo tiempo el maestro y el descubridor de Giotto. Cuenta Vasari que descubrió, de viaje por los alrededores de Florencia, a un pastor que mientras cuidaba sus ovejas, retrataba a una de ellas sobre una piedra; era el joven Giotto, que se convertirá en su alumno y pronto superó a su maestro para ser el primer gran artista del Renacimiento italiano.
Giotto, imitando la Naturaleza «desterró el estilo griego grosero de su época y resucitó el buen arte de la pintura moderna», como su maestro, que aunque formado por maestros griegos, y conservando «el viejo estilo griego», procuró superar este estilo, que Vasari consideraba «vulgar», para tener «el modo y el lineamiento del estilo moderno».
A juzgar por los encargos que recibió, Cimabue parece haber sido un artista muy considerado en su día. Mientras trabajaba en Florencia, Duccio fue el principal artista, y quizás su rival, en la cercana Siena. Cimabue recibió el encargo de pintar dos frescos muy grandes para la Basílica de San Francisco de Asís. Están en las paredes de los transeptos: una Crucifixión y un Descendimiento. Desafortunadamente, estas obras ahora son débiles sombras de su apariencia original. Durante la ocupación del edificio por las tropas invasoras francesas, prendió fuego la paja y dañó seriamente los frescos. El albayalde o blanco de plomo se oxidó y ennegreció, dejando las caras y gran parte del ropaje en negativo. Otra obra dañada es el gran Crucifijo de Santa Croce en Florencia. Fue la mayor obra de arte dañada en las inundaciones de Florencia del año 1966. El agua se llevó gran parte de la pintura del cuerpo y la cara.

Al final de su vida trabajó en los mosaicos del ábside de la catedral de Pisa, ciudad en la que murió.

El Crucifijo de Arezzo


Este Crucifijo fue asignado a su catálogo por Pietro Toesca. Data aproximadamente del año 1270 y fue pintado para la iglesia de Santo Domingo (San Domenico) de Arezzo. Muestra su formación entre maestros de cultura bizantina en la superficie esmaltada y las telas finamente marcadas con el oro, pero marcó ciertas distancias. Se orientó hacia las representaciones recientes de la Crucifixión con el Christuspatiens pintado hacia el año 1250 por Giunta Pisano, pero actualizó la iconografía arqueando aún más el cuerpo del Cristo, que se desborda ya ocupando toda la banda izquierda de la cruz. Recordando siempre a los modelos de Giunta, las dos figuras de los paneles a los lados del brazo de la cruz (María y San Juan representados a medio busto en posición de llanto) y el estilo sobrio, casi «caligráfico» de representación anatómica del cuerpo del Cristo.

Una de las particularidades artísticas del crucifijo es que logra trascender el concepto de pintura, ya que esta es también funge como una pieza inmobiliaria de la iglesia a la que adorna. Esta pieza puede ser considerada como innovadora, ya que expande el concepto artístico de la cruz latina al añadirle espacios rectangulares a los extremos de lacruz, los cuales le permiten al artista el incluir temas o imágenes complementarias a la obra central. La obra sigue en muchas maneras la tradición del arte bizantino (expresión artística característica del siglo VI en la cual había un enfoque característico en el mundo helenístico), en la cual se destacan la magnificencia y suntuosidad (lujo) de la obra a través del uso de colores dorados y de esmaltes. Otra de las características bizantinas que se pueden observar en esta obra, es el uso de las anatomías esquematizadas y el simbolismo de las imágenes. Sin embargo, no podemos considerar esta obra como meramente bizantina, ya que Cimabue introduce algunos conceptos innovadores como son la posición arqueada del Cristo en la cruz, la cual rompe con los estereotipos clásicos del arte bizantino y le agrega una perspectiva un tanto más dramática a la obra; aunque no menos elegante.
-estilo al que pertenece la obra y breve descripción de ésta:
El estilo de esta obra puede ser considerado como una fusión entre las corrientes del arte medieval, la cual puede ser apreciada en el brillo y refinamiento de la obra, así como del arte bizantino, el cual se ve expresado en diversos aspectos estilísticos de la obra que ya fueron mencionados.

La Maestà de Santa Trinita



El centro de la composición lo ocupa la Virgen que se encuentra sentada con el hijo apoyado sobre sus rodillas, enseñándoselo y mostrándolo a los fieles. El tipo de Virgen representada, es el de odegitria, la Virgen señala al Niño como el camino de la salvación. Su rostro posee unas líneas suaves y dulces a diferencia de los demás rostros de la composición. Se puede decir que la escultura románica presenta aquí su influencia al quedar evidenciadas formas con perfectos matices.   
En la zona inferior del cuadro, se pueden apreciar cuatro profetas con actitud de sorpresa seguramente provocada por la aparición de la Virgen con el Niño. Estos cuatro profetas son: Isaías, David, Jeremías y Abraham. Los cuatro presentan rostros llenos de expresión y realismo.
Otras figuras que aparecen en el cuadro son los ángeles representados a ambos lados del trono en el que se sienta la Virgen. Los ángeles aparecen en planos superpuestos y a diferentes alturas rodeando a la Virgen y al Niño.
 La profundidad del cuadro de tanta importancia para los pintores de la época aparece representada gracias a la forma del trono donde reposa la Virgen. Otro elemento que dota de profundidad a la composición, es la posición en la que aparecen representados los ángeles.
 A parte de la influencia románica anteriormente mencionada, en La Madonna de Santa Trinitá también se aprecia influencia bizantina. El uso del fondo dorado y el heratismo de las figuras representadas, así lo indican. Al mismo tiempo, son otros los rasgos que evidencian esta influencia: el color de la ropa las figuras y la Virgen y el Niño bendiciendo.

Giotto

Giotto di Bondone (Colle di Vespignano, 1267 - Florencia, 8 de enero de 1337), mejor conocido solo por su nombre de pila, fue un notable pintor, escultor y arquitecto italiano del Trecento. Se lo considera el primer artista de los muchos que contribuyeron a la creación del Renacimiento italiano y uno de los primeros en romper las limitaciones del arte y los conceptos medievales. Se dedicó fundamentalmente a pintar temas religiosos, siendo capaz de dotarlos de una apariencia terrenal, llena de sangre y fuerza vital.
Infancia y aprendizaje
Giotto nació, según las fuentes más creíbles, en Colle de Vespignano, en las cercanías de Vicchio del Mugello, un pueblo cercano a Florencia. Según su principal biógrafo, Giorgio Vasari, era hijo de un campesino llamado Bondone, y pasó su infancia como pastorcillo en los campos. Si bien la mayoría de los autores cree que se llamaba en realidad Giotto di Bondone, otros opinan que su verdadero nombre de pila era Ambrogio o Angelo, y que el nombre por el que es conocido, Giotto, no sería más que un diminutivo, derivado de Ambrogiotto o Angelotto.
Existen controversias acerca de su año de nacimiento, aunque lo más probable es que naciera en 1266 o 1267. Estas fechas se deducen de la afirmación del cronista florentino Antonio Pucci, que dice que Giotto murió a los setenta años de edad en 1337 (año del calendario florentino, que se iniciaba el 25 de marzo). El día exacto se desconoce.
Según sus biógrafos, fue discípulo del pintor florentino Cimabue, el artista más conocido de su época. Vasari relata el modo en que el pequeño de 11 años demostró por primera vez su talento artístico: cuenta que, estando el niño al cuidado de unas ovejas, mataba el tiempo dibujando a una de ellas sobre una piedra plana con una tiza. Acertó a pasar por allí Cimabue, quien, impresionado por el talento natural de Giotto —que había dibujado una oveja tridimensional, tan natural y perfecta que parecía viva—, lo acompañó hasta su cabaña y consiguió convencer al padre de que le dejara hacer del muchacho su aprendiz.1
Otra versión de la biografía de Giotto manifiesta que su padre lo mandó a Florencia para que trabajase como aprendiz con un mercader de lanas. El joven, muy interesado en el arte, tomó la costumbre de visitar el estudio de Cimabue para ver a los artistas trabajar. Ansioso de incorporarse al taller, insistió tanto a su padre que al fin se le permitió aprender con el gran maestro.
Vasari refiere que Giotto era un aprendiz divertido y bromista, a tal punto que en una ocasión pintó una mosca en la naríz de un retrato. Su técnica era tal que Cimabue intentó espantarla con la mano antes de darse cuenta de que estaba pintada. Esta anécdota de juventud presagia ya la técnica característica de Giotto, que lo capacitaba para pintar figuras casi reales.

La expulsión de los diablos de Arezzo



Giotto escenifica uno de los episodios de la vida de San Francisco que confluyó en la determinación milagrosa del santo. Se presenta a San Francisco arrodillado tras un compañero franciscano, que se dirige con fuerza hacia las criaturas que figuran en el cielo. San Francisco, durante la guerra civil de Arezzo, exhortó al hermano Silvestre a que expulsara los demonios que habitaban en la ciudad. Mientras que el santo se presenta concentrado en sus rezos y oraciones, Silvestre ejecuta la acción propuesta. Su figura, de fuerte consistencia, se dirige con la mano hacia el cielo, donde las criaturas del mal parecen replegarse y huir de la ciudad. Para todo ello, Giotto ha creado un espacio verosímil. A la derecha se sitúa la ciudad asediada por los demonios, cuyas arquitecturas resaltan por el colorido típico de los edificios de la época, en diversos colores. A la izquierda, separando la composición y las acciones claramente, figura una iglesia, donde se sitúan los santos que salvarán a la ciudad de la ruina, de mano de la fe de San Francisco. El objetivo ha sido alcanzado, ya que de entre las puertas de la muralla, podemos distinguir algunos ciudadanos que vuelven tras la liberación milagrosa. El espacio representado, aunque excesivamente vertical, se hace creíble como marco para la acción que se escenifica. La sensación espacial y la fuerza de las expresiones de los santos que consigue Giotto se presenta como una labor de adoctrinamiento para las masas, ya que lo que pretende es dejar ejemplificado el carácter benefactor del santo y, al tiempo, el poder de la Iglesia, que es la responsable última de la liberación de la ciudad.

"La Desesperación"


El Vicio de la Desesperación se presenta como una figura femenina que acaba de suicidarse, al que acude raudo un pequeño demonio presto a recoger su alma. Los pliegues de la túnica de la muerta caen con peso y naturalidad sobre la repisa del marco. Pero nos parecen más interesantes los pequeños detalles que figura Giotto para completar mejor la escena: al detalle dinámico del diablillo, en distinto color que lo hace destacar, se une el travesaño de donde cuelga la cuerda de la suicida. El pintor ha utilizado la propia tonalidad y el brillo marmóreo del fondo, y la insinuada consistencia del nicho para figurar estos elementos tan expresivos de la imagen. Lo más impresionante es la pequeña curvatura que adopta el travesaño por el peso de la muerta. La Estupidez es otro de los vicios que decoran el muro septentrional de la nave única de la capilla de la Arena (Scrovegni) de Padua.

ARQUITECTOS DEL GÓTICO
Matías de Arrás                                       

Matías de Arrás, nacido hacia 1290 en Arrás y fallecido en 1352 en Praga, fue un arquitecto, escultor y maestro de obras francés, conocido por ser el primer arquitecto de la Catedral de San Vito de Praga.
De su vida anterior de su llegada a Praga, no sabemos mucho. Estuvo activo en la corte papal de Aviñón. Allí conoció al futuro emperador Carlos IV, emperador del Sacro Imperio Romano quien lo invitó a venir para construir una nueva catedral para el obispado de Praga, que había sido elevado a archidiócesis. La Catedral de San Vito se inició en 1341 en elestilo gótico francés del sur . El plan básico es similar al de la Catedral de Narbona (Catedral de San Justo y San Pastor) y la de la Catedral de Notre-Dame de Rodez (en francés: CathédraleNotre-Dame de Rodez).
La primera piedra fue colocada en 1344 y durante los siguientes ocho años, hasta su muerte, le quedó tiempo para completar ocho arcos del coro, las capillas de los ambulatorios y de radiación.
El arquitecto estableció su taller, no lejos de su gran proyecto.
Después de su muerte en 1352, es el joven Peter Parler, quien en 1356, tomó el mando del taller y el lugar de Matías de Arras, llevando la obra con un estilo diferente.

Catedral de San Vito






Berenguer de Montagut

Berenguer de Montagut (activo durante la segunda mitad del s. XIV) fue un arquitecto catalán, maestro de obras de Santa María del Mar.
Poco se sabe de la vida de Berenguer de Montagut. Actualmente se le puede relacionar con tres edificios religiosos de Cataluña y Baleares, de los cuales parece claro que fue diseñador y maestro de obras durante parte de sus respectivas construcciones: Santa María de Manresa (la Catedral o Seo de Manresa), Santa María del Mar de Barcelona y la Catedral de Palma de Mallorca. En ocasiones también se le relaciona con la iglesia de Santa María del Pí de Barcelona.
Como explica Cirici Pellicer, Montagut fue «un diseñador excepcional que purifica la forma hasta extremos impensables». Podríamos decir que lleva hasta el extremo las tendencias características del gótico catalán: sus construcciones son excepcionalmente amplias, con una aversión a la compartimentación hasta el punto de que sus iglesias, todas de tres naves, parecen querer alcanzar el espacio unitario de la nave única. Es una constante en él la austeridad extrema en las diversas estructuras arquitectónicas: pilares octogonales desnudos sin molduras, paños de muro planos, pocos elementos decorativos, etc. La separación entre pilares de sus iglesias es de las más grandes de todo el gótico europeo.
Hay también un regusto por una cierta escenografía calculada según la situación de la iglesia con respecto a los observadores. Curiosamente sus tres iglesias se pueden ver de lejos, a medida que uno se acerca a la ciudad, por mar en el caso de Barcelona y Mallorca y por tierra en el caso de Manresa. Todas se sitúan en un eje más o menos perpendicular a la visual del hipotético viajero. Esto es muy evidente en Manresa y en Mallorca, mientras que, sin embargo, en Barcelona el efecto ha desaparecido debido al avance de la línea de la costa y a las edificaciones posteriores de la Barceloneta.
Se cree que el arquitecto Berenguer de Montagut (autor también de Sta. Maria del Mar en Barcelona) pudo ver terminada toda la girola y las dos puertas laterales del nuevo templo gótico que estaba construyendo. Después levantarían un muro que tendría que cerrar el trozo de iglesia de nueva construcción.

Hay ejemplos de iglesias en diferentes puntos de la geografía donde se puede ver este gran muro que cierra una etapa y que debería servir para preparar la siguiente y que nunca se han acabado ni se acabarán, como la iglesia que debía servir de modelo tanto en Barcelona como en Girona: Narbona. En Manresa después de la primera etapa que cubría el ábside y las puertas laterales, vendría la segunda de la mano de Arnau de Vellers y finalmente Martín de Ivars hizo la tercera y definitiva etapa con el gran rosetón de la fachada de poniente. Luego construirían la maciza torre del campanario.

Es evidente que Berenguer tenía muy claro el proyecto constructivo que quería hacer, lo podía imaginar terminado, sabía que no podría verlo físicamente, tampoco era importante, él habría podido recoger la antorcha de algún antecesor y sus sucesores tomarían su antorcha para continuar el trabajo empezado. Es ley de vida. Lo único importante era dejar suficientes pistas para facilitar el trabajo a sus continuadores. No bastaba con el bagaje formativo o iniciático que pudieran tener, eso sólo les facilitaría el diálogo, quedaba el relevo, el día a día.

En un ejercicio de humildad que le honra, hizo algo más que dejarles pistas, se lo dejó todo perfectamente organizado. Si Berenguer no hubiera sido un hombre con una mente preclara, de una inteligencia natural que le capacitaba para hacer sencillas las grandes cosas, que se complicó la vida para que los demás lo tuvieran fácil, difícilmente se hubiera podido pasar de ese primer tramo si los gobernantes manresanos, no hubieran permitido a los continuadores de Berenguer, derribar toda la iglesia románica.

De todas las soluciones posibles, es evidente que seleccionó la más inteligente. Se puede interpretar que había una fuerte presión por parte del gobierno de Manresa y además que la economía era muy escasa. También se puede pensar que fuera él mismo quien se anticipara y les dijera que no se preocuparan por la nave románica que él lo encajaría todo y bien.

Berenguer tenía la planta del ábside perfectamente calculado en su proyecto inicial. Estaba adaptada según los módulos de cálculo en un espacio proporcional al templo de Salomón. El coro en el centro y una nave a cada lado. Una sección simétrica, unos contrafuertes sólidos y un doble juego de arbotantes le aseguraban la estabilidad del edificio. Quería construir la bóveda más ancha de todo el mundo cristiano y no podía permitirse salir del guión en ningún momento. Inicialmente hacer una iglesia más o menos pequeña o más o menos baja, importaba poco, pero en época de Berenguer muchas cosas ya se habían corrompido y en cierto modo ya había empezado la competitividad moderna.

Pero tras el ábside venía la iglesia románica con sus medidas especiales. Definitivamente no le quedaba otra opción que replantear todo el ábside, buscar una solución atrevida que pasase desapercibida por todos durante siete siglos y lograr el encaje. En caso contrario, tenía que empezar de nuevo pero no se podía olvidar de Salomón, de la vara de Aarón, de las Canes Destres, los codos, del pentáculo estrellado, de la estrella de David, de Vitruvio, de teorías egipcias, griegas o romanas, del pozo bajo el presbiterio, de las energías telúricas, de las diversas orientaciones de la nave, del punto de oro, del número de plata, de la divina proporción, de la disimetría pitagórica y de tantas cosas que se escapan a nuestros actuales conocimientos.

La anchura de la nave románica equivalía a la mitad de la anchura del templo de Salomón, si unos muros muy firmes podían aguantar la pesada bóveda, mucho más aguantarían un cierre gótico. Pero la anchura de la nave lateral gótica proyectada, era menos profunda que la románica. La diferencia de anchura entre ambas naves laterales era de un metro y medio largo.

Proyectar todo el edificio a partir de la anchura de la nave románica y hacer las dos naves iguales, significaba un edificio unos cuatro metros más ancho de lo previsto con un desajuste de todo el proyecto con el riesgo que comportaría. Hay que tener presente que la cima de Puig Cardener, lugar donde está ubicada la Seu tampoco es muy grande. También podía reducir el diámetro de la bóveda para no salirse de anchura y mantener las proporciones salomónicas, pero construir una bóveda de 14 m. no le haría ninguna gracia, cualquier arquitecto la podía hacer.

Teorías pitagóricas ya nos hablan de la disimetría a él no le venía de nuevo, definitivamente haría un edificio asimétrico en cuanto a la sección y disimétrico en cuanto a la planta. Respetando el diámetro absidal mantendría al 100% la capacidad de respuesta de los contrafuertes.

Catedral Santa María del Mar





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